Al día siguiente, tras pasar casi toda la noche anterior despiertos debido al trastorno horario que teníamos, empezamos la mañana muy temprano yéndonos a comer algo a nuestro 7 Eleven favorito. Pasaban poco más de las 6 de la mañana cuando en nuestro breve trayecto entre la guesthouse y la tienda vimos como pequeños grupos de coreanos y extranjeros volvían a casa después de haber salido de fiesta la noche del sábado. Ya era domingo y nos estábamos arrepintiendo de no haber salido el día anterior, pero por suerte lo que nos deparó esa misma noche de domingo mereció la pena.
Como ese tipo de tiendas solían estar abiertas 24 horas, no hubo problema para tomar un rápido “desayuno”, que consistió en ramyeon y un triángulo de arroz con alga, clásicos recursos que tanto nos sacaron de inesperados apuros alimenticios.
Después de comer dimos una vuelta por la zona del alojamiento, que era el mismo barrio donde nos alojamos la primera vez en el primer viaje y le guardábamos cierto cariño a todo aquello, así que nos dimos un nostálgico paseo mañanero y de paso comprobábamos cuánto había cambiado y cuánto se mantenía igual.
Paseo mañanero en nuestro querido primer barrio coreano
Aún no sabíamos que iba a ser de nosotros ese día pues al día siguiente dejábamos el alojamiento para partir hacia Busan durante una semana. Así que a lo largo de la mañana decidimos, mientras volvíamos a desayunar esta vez en la misma guesthouse porque teníamos tostadas y café gratis, que la mejor manera de darnos la bienvenida y a la vez despedirnos temporalmente de Seúl, era salir de fiesta en uno de los barrios donde más buenos recuerdos guardábamos del anterior viaje, es decir, en el barrio universitario de Hongdae.
Como Hongdae quedaba relativamente lejos de nuestra zona, nos obligaba a coger el metro y depender de horarios. Al día siguiente íbamos a tener que salir del alojamiento a las 11 de la mañana, por lo que probablemente casi no dormiríamos durante toda la noche, pero, aún así, teníamos que intentar hacer algo divertido e inolvidable esa noche en Seúl.
El resto del día prácticamente nos lo pasamos todo durmiendo. Aunque esto alimentaba nuestro trastorno horario, cuando nos levantamos por la tarde/noche estábamos totalmente recuperados y listo para pasar una gran noche de fiesta. La única preocupación ahora era si en un domingo cualquiera como ese iba a haber suficiente ambiente nocturno para poder salir en condiciones y no quedarnos muy temprano sin lugar adonde salir y sin metro para volver. Cosa que esperábamos que no sucediera en una ciudad, que se supone que nunca duerme, como Seúl.
Ramyeon para desayunar, almorzar, cenar, y lo que surja.
Vale, todo listo. Sólo quedaba coger el metro y hacer el trayecto hacia Hongik University, pasando de la línea azul a la circular verde, camino que ya teníamos bastante aprendido por el primer viaje a Corea del Sur.
En principio, nuestra idea básica para la noche iba a ser comer algo de un puesto callejero, comprar algo de soju y/o cerveza y tomarlo en el famoso parque de Hongdae. Llegamos a este peculiar barrio y observamos que aun siendo domingo todo estaba muy lleno de gente. Puestos callejeros, tiendas, gente joven de un lado para otro, etc. No estaba tan concurrido como otros días pero circulaba bastante vida.
Encontramos un puesto callejero muy cerca del popular playground de Hongdae, donde pedimos algo de Tteokbokki y unos pinchitos de pollo. Todo picante, para variar. Terminaba nuestra cena exprés y empezaba la noche de fiesta. La rutina de siempre: comprar alcohol en la tienda de la esquina y beber tranquilamente en el parque mientras que esperábamos que el resto lo hiciera la “magia” de Hongdae con su ambiente nocturno.
![]() |
![]() |
Delicias callejeras
Para nuestra sorpresa ahora existía un tipo soju de sabores, es decir, mezclado y de menos graduación, el cual se podía beber solo, sin que te entrara el asco absoluto. Por lo que decidimos probar y pillar cada uno de un sabor distinto. No estaba mal, la verdad. Era bebible.
Al igual que en el primer viaje cometimos el error de principiantes de creer que una botella normal de soju no era mucho para una persona, en esta ocasión cometimos el error de creer que tomar varias botellas de este soju durante la noche, al ser de sabores y tener menos alcohol, no nos haría demasiado mal. Grave error.
Empezamos bien, motivados. Sentados en uno de los bancos del playground mientras escuchábamos a unos artistas callejeros que cantaban canciones populares, tanto en coreano como en inglés, con micrófono y altavoces incluidos. Una chica bailaba frenéticamente canciones de kpop. Al otro lado del parque alguien tocaba un violín. Hongdae no deja de sorprender, como siempre. Cada noche tiene alguien que está ofreciendo su expresión artística de una manera u otra, y por eso nos encanta.
Soju de sabores, una excusa más para que beban y beban...
Mientras bebíamos y apreciábamos a estos artistas, un chico irlandés se nos acercó, nos preguntó algo y se quedó con nosotros. Sin quererlo hicimos un nuevo amigo de fiesta para esa noche. A medida que avanzaba la noche la intensidad del soju se notaba y el ambiente de Hongdae no defraudaba. Había muy buen rollo con todo el mundo. E incluso con la tontería acabé utilizando el micrófono del chico que cantaba para hacer beat box. Que provocó que otro simpático chico coreano que también lo hacía iniciaría una “batalla” conmigo. Fue bastante divertido.
Ese es otro de los motivos por lo que nos encanta salir de fiesta por Hongdae, todo el mundo tiene buenas intenciones, ganas de pasarlo bien y hacer amigos, sin buscar problemas, ni malos rollos (salvo ciertas excepciones que en otras futuras noches descubrimos).
En lo que llevábamos de noche ya habíamos bebido, reído, bailado, hecho un amigo y pasado grandes momentos. Y eso que aún no habíamos salido del parque más que para recargar las provisiones de soju. Pero ya está, el ambiente del parque empezaba a disolverse, puesto que muchos ya regresaban a casa, o bien seguían la fiesta en algún pub cercano. Obviamente nos decantamos por la segunda opción.
Copas cortesía del chico irlandés
Seguimos a nuestro compañero de fiesta irlandés y nos dejamos llevar por un tumulto de coreanos y extranjeros que se dirigían a un local a dos pasos del parque. Concretamente el bar se llamaba Thursday Party, cosa que no descubrimos hasta semanas después cuando volvimos de casualidad al mismo local.
El local estaba bien: barra, taburetes, sofás, futbolín, dardos, etc. No habían pasado ni 5 minutos allí y ya teníamos una copa en la mano, cortesía del chico irlandés. El buen rollo seguía presente allí también. De la nada apareció un coreano que desbordaba positividad, brindando y saludando como si fuéramos colegas de toda la vida. Aún no lo sabíamos pero él se iba a convertir en nuestro gran amigo Hong. Nos sorprendió como atinaba algunas palabras en español y como conocía nuestra ciudad, Sevilla. Pero más allá de eso, nos comunicábamos con él como podíamos en inglés. Junto a Hong estaba su inseparable buen amigo Yun, con ellos pasaríamos grandes momentos en futuras fiestas y quedadas.
Yun, Javi, Hong y Víctor. ¡Por muchos futuros encuentros más!
Tras intercambiar contacto a través de Instagram, seguimos un buen rato en el local, jugando al futbolín, charlando con nuestros nuevos amigos y con otros casuales conocidos. Se hacía tarde para ese pub y había que buscar una nueva alternativa para seguir la noche, ya que aún quedaban algunas horas para que pudiéramos coger el primer metro y volver a casa.
Como siempre nos dejamos llevar, y esta vez seguimos a Hong. Nos llevaron a una discoteca, la cual a día de hoy aún no recuerdo como se llamaba, ni donde se encontraba exactamente. Pero como estaba siendo una gran noche decidimos entrar, a pesar de pagar 10.000 won para entrar. Fue la única noche que gastamos tanto para entrar en algún sitio y la verdad fue también la única parte de la noche que no mereció la pena, pero bueno, había que intentarlo.
Sólo quedábamos 4 gatos en la discoteca...
La entrada incluía una copa, que dejamos a medias. Ya no apetecía beber sino bailar y pasar un buen rato. La noche no se alargó mucho más, entre que el irlandés ya se fue a casa mientras estábamos en el pub y que Hong y Yun también se marcharon, sólo quedábamos nosotros dos. Poco a poco la discoteca se fue vaciando, así que nos fuimos a tomar el metro. Empezaba a amanecer. Ahora éramos nosotros los que, como los grupos de jóvenes fiesteros que vimos la mañana anterior, volvían a casa como zombis.
Se acabó la noche de fiesta. Fue una increíble noche a pesar del último tramo de la discoteca, pero mereció la pena. El problema venía al día siguiente, ya que teníamos poco menos de 4 horas para descansar y pirarnos del alojamiento. Además de que nuestro cuerpo todavía tenía mucho alcohol que filtrar.
![]() |
Profundos mensajes invadían las paredes de la discoteca...
Y así acabó la primera etapa de nuestra llegada a Seúl, con una buena fiesta para dar paso a la etapa de la semana en Busan.
Vídeo del capítulo 2: